por JuanDeLezo » 28 May 2017, 20:51
Y aquí tenemos, parece ser, un LIBRO con mayúsculas. No lo he leído todavía pero por lo que he podido averiguar es imprescindible para entender mejor el nido de avispas que hemos revuelto en Oriente Próximo. Y el autor, que entrevistó varias veces a Bin Laden, debe de caerles en gracia a los islamista de buena voluntad (si tal cosa es posible) ya que en un artículo de la página WebIslámica lo ponen por las nubes. En cualquier caso saca a relucir los trapos sucios de los yanquis, ingleses, traficantes de armas, de droga, de petróleo y calaña parecida que nos meten en unos fregaos dantescos.
Os reproduzco el artículo del WebIslan ese y de camino nos enteramos más sobre los temas a tratar en el pequeño LIBRO de unas 1500 páginas.
El título del libro es el lema de una medalla que recibió su padre con el Tratado de Versalles. "La gran guerra por la civilización" (pg449), titula con fina ironía este libro apasionante (la prosa es literaria, el relato magistral), triste (demasiadas tragedias que podían haberse evitado) e histórico (en el sentido que la mirada lúcida del autor coincidiría con un deseo de querer superar o "corregir" (pg. 1433) la historia.
Es un libro excelente; Y es que este libro empieza con el relato de las circunstancias que hicieron posible las tres entrevistas que realizó el autor a Osama Bin Laden en la década de los 90; Una en Sudán y dos en Afganistán. A través de esas entrevistas y del contexto magníficamente explicitado en el relato de Robert Fisk recibimos una información valiosísima para tener una idea de cómo piensa Osama Bin Laden "Si mueren 60 judíos en Palestina todo el mundo se congrega en el plazo de una semana para criticar esa acción, mientras que la muerte de 600.000 niños iraquís no merece la misma reacción...".
Hay un momento crítico para Rob Fisk en una tienda en las montañas de Afganistán cuando Bin Laden le dice que un hermano ha tenido un "sueño". Rob Fisk reaccionará con profesionalidad e inteligencia.
Los dos siguientes capítulos tratarán sobre la guerra Rusia-Afganistán que segó millón y medio de vidas de inocentes. Bin Laden luchaba al lado de los muyahidines con 22 años. En 8 años los soviéticos perderían 15.000 hombres y 50.000 más fueron heridos. A los rusos esta guerra les costó 35.000 millones de dólares y los americanos dijeron haberse gastado 10.000. Sirvan estas palabras de un bazarí afgano para aproximarse al espíritu de ese país: "Aunque nos maten a un millón, habrá otro millón dispuesto a morir. Nunca permitiremos a nadie que permanezca en nuestro país" (pg. 145).
El capítulo IV nos introduce en el régimen iraní, el porqué del derrocamiento del Sha, la subida al poder de Jomeini, la represión de ambos bandos, la toma de la embajada estadounidense y las tensas relaciones con ese país.
Los siguientes cuatro capítulos detallan la terrible guerra Irán-Iraq. Aunque no eran un secreto los asesinatos en masa durante las décadas 70-80 en Iraq, Occidente apoyó a Sadam durante la guerra y también los dirigentes árabes. El gobierno americano sabía que Sadam había utilizado armas químicas contra los iranís y contra su propio pueblo y siguió apoyándolo. Donald Rumsfield visitó Bagdag y más tarde Ronald Reagan vendió helicópteros a Sadam a pesar de que había un embargo de armas a los dos países.
Es muy revelador cómo en 1988 pierde la Fe en The Times y dimite (pg. 391).
El capítulo IX es historia sobre su padre Bill Fisk y sobre la segunda guerra mundial.
En el X titulado "El primer holocausto" nos escribe sobre el genocidio de un millón y medio de armenios por parte de los turcos y los sucesivos intentos de todos los gobiernos de Turquía por desmentirlo, a pesar de que está probado.
Los siguientes tres capítulos tratarán sobre el conflicto Israel-Palestina. Una visión histórica, justa e impecable por mucho que duela en Israel o EEUU que una minoría de periodistas cuestione la forma de hacer política de ese país, la venta americana de armas a ese país y su apoyo incondicional con toda la violencia que conlleva. Ningún dirigente israelí o palestino sale bien parado. Tampoco Sharon o Arafat que pueden no resultar dignos aunque a los ojos de la única superpotencia Sharon es "un hombre de paz" (Bush) y Arafat ha sido calificado en muchas ocasiones como "terrorista".
Interesante, la crítica del lenguaje que hace Robert Fisk de la interpretación de los hechos de los media europeos y americanos así como de la clase política. Es de inspiración chomskiana, constante y se repite en casi todos los capítulos.
El capítulo XIV trata sobre la guerra civil en Argelia en los 90. Murieron 150.000 personas. La sublevación islamista no tuvo el monopolio de la violencia, también las fuerzas de seguridad participaron activamente en asesinatos y desapariciones.
El capítulo XV tratará de la guerra entre EEUU y sus aliados contra Iraq para "liberar" Kuwait. El activista árabe-estadounidense Sam Husseini señala "olvidados fueron los cerca de 40 días y 40 noches durante los cuales los EEUU hicieron llover sobre Iraq 80.000 toneladas de explosivos, un bombardeo mayor que el sufrido en Europa durante la segunda guerra mundial" (pg. 862).
Es de agradecer el nulo corporativismo de Robert Fisk con la mayoría de sus colegas periodistas "...Los periodistas fueron cómplices de esta guerra, la apoyaron y formaron parte de ella. La inmadurez, la inexperiencia, la preparación... Puede escogerse la excusa que se prefiera, pero inventaron una guerra sin muertos. Mintieron..." (pg. 862). Murieron tanto soldados como civiles. Millones de árabes sospecharon que la guerra tenía como tarea principal anular la posibilidad de Iraq de amenazar a Israel. Los árabes gastaron 84.000 millones de dólares en la operación Escudo del desierto y Tormenta del desierto. Hubo 148 bajas norteamericanas (35 por fuego amigo) y 100.000 iraquís (entre ellos 40.000 mujeres y 32.000 niños).
El capítulo XVI "Traición" hace referencia al llamamiento estadounidense al pueblo iraquí para su sublevación contra Sadam y al posterior abandono a su suerte a todas las fuerzas contrarias a Sadam, acabada la guerra. "El comportamiento de los EEUU y Gran Bretaña no sólo era vergonzoso sino inmoral, la reacción de la mayoría de regímenes árabes resultó humillante (pg. 915). Casi todos los rebeldes fueron asesinados y en muchos casos torturados por el régimen de Sadam.
Los siguientes capítulos ahondan en la herida iraquí. Kuwait expulsó a 360.000 palestinos en los dos años siguientes a la guerra, los incendios de los pozos de petróleo contaminaron hasta el Himalaya y muchos inocentes morirían por intoxicación o cáncer en Kuwait, Afganistán, Irán, Pakistán... Las sanciones se revelaron como "un arma más mortífera que los misiles o los obuses..." (pg. 969). Gracias al trío Clinton-Albright-Blair 1.100.000 niños iraquís sufrían desnutrición crónica de los cuales más de 500.000 morirían..." Se manifestaba en forma de abscesos, tumores masivos, gangrenas, hemorragias, mastectomías, cabezas de niños rapadas, deformidades, y miles de pequeñas tumbas" (pg. 1004).
No profundiza en la guerra civil libanesa en la que murieron 17.500 civiles ya que se ocupa de ello en su libro Pity The Nation: Lebanon At War (1990). Sólo señala la indiscutible responsabilidad de Sharon en la muerte de miles de civiles en Sabra y Chatila.
El capítulo XIX ayuda a comprender el porqué de la violencia en el mundo. Titulado "Ahora prosperan los armeros" el autor prescinde conscientemente de la ironía para describir el mercado de armas en el mundo y, particularmente, en Oriente Próximo "... Los mercaderes de la muerte venden muerte en forma de protección, el asesinato como defensa, como la voluntad de Dios, destino humano, deber patriótico. Las facturas humanas y financieras vienen más tarde...".
Los últimos capítulos describen el poder Saudí, la vida del Rey Hussein de Jordania, el aplastamiento del régimen sirio de la disidencia en Hama (1982) donde hubo 20.000 muertos y más prolijamente el 11-S, los mensajes de Bin Laden, la tragedia afgana y la invasión y posterior guerra civil en Iraq. En Afganistán recibe una paliza por parte de civiles que casi le mata. Posteriormente escribiría en The Independent: "Si yo fuera un refugiado afgano habría hecho lo mismo que ellos. Habría atacado a Robert Fisk. O a cualquier otro occidental que hubiera encontrado" (pg. 1208). Hay que decir que sólo en 2 meses de bombardeos en Afganistán habían muerto más civiles que en todo el 11-S.
Los últimos capítulos tratan sobre la invasión de Iraq, el infierno en que está sumida la cuna de la civilización y el odio... Es difícil permanecer indiferente ante todos los imperdonables abusos que cometieron un grupo de fascistas posmodernos para justificar la guerra. Es muy difícil permanecer indiferente ante tanto dolor, muerte y destrucción que podía haberse evitado.
Cita Robert Fisk la mejor definición del trabajo de un periodista. Es de Amira Hass (del diario israelí Haaretz) "Nuestro trabajo es controlar los centros de poder". Eso es lo que Rob Fisk ha tratado de hacer durante toda su vida profesional. Ha arriesgado su vida infinidad de veces para comprobar que los civiles no son respetados en las guerras. Ha puesto nombre al dolor de los inocentes y también al silencio de Dios. Que todavía esté entre nosotros y siga escribiendo es un recuerdo y una ofrenda para todas las víctimas civiles de conflictos, incluyendo los numerosos periodistas muertos en guerras.
Lean este libro porque merece la pena. Me atrevo a escribir que éste será uno de los libros que historiadores del futuro estudiarán para conocer los detalles de la historia reciente en Oriente Próximo.
La gratitud en silencio no sirve a nadie. A ver si participamos más.