Sbarbi y Osuna, J. M. - El libro de los refranes

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Sbarbi y Osuna, J. M. - El libro de los refranes

Notapor JuanDeLezo » 20 Jul 2019, 07:51

Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, Modismos, Locuciones y Frases proverbiales de la Lengua Española

Sbarbi y Osuna, J. M.
Título: El libro de los refranes
Autor: Sbarbi y Osuna, J. M.
UUID: a6e012c9-54e8-4ec1-b4d0-237c2ce11f75
Año de publicación: 1922
Primera edición: 1878
Título original: Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, Modismos, Locuciones y Frases proverbiales de la Lengua Española
Recomendado por: JdL

Entre las obras que Sbarbi dejó manuscritas figuran en primer término los materiales para el presente Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, Modismos, Locuciones y Frases proverbiales de la Lengua Española, la más grande de todas sus producciones literarias; el Ensayo bibliográfico acerca de las obras de consulta para el estudio de la lengua castellana; un Diccionario de andalucismos; un Texto del «Quijote» reducido a su prístina pureza, con notas filológicas; una Gramática de la lengua española; un Diccionario de la Música; la Filosofía de la Música; La fábula y los fabulistas españoles; un Tratado de castellano; Estudios técnicos críticos acerca de los cantos populares de algunas provincias españolas; un Tratado de Retórica y Poética, y algunas más, producto de una labor no interrumpida durante muchos años y de una experiencia y observación a toda prueba.

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Re: Sbarbi y Osuna, J. M. - El libro de los refranes

Notapor JuanDeLezo » 20 Jul 2019, 07:55

De la importancia de la labor literaria de D. José María Sbarbi se puede formar idea sólo con la enumeración de sus libros y sus trabajos como periodista en diarios y revistas de diferente índole; pero con ser muy grande el valor de este bagaje literario y artístico, más estimado en el extranjero que en España, porque jamás se cuidó de hacerse el reclamo ni quiso figurar en las agrupaciones de bombos mutuos encargadas de fabricar reputaciones científicas a gusto de sus asociados, es mayor aún el mérito y el trabajo que suponen la recopilación y glosa de los materiales que forman la obra que ahora se publica, titulada Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, Modismos, Locuciones y Frases proverbiales de la Lengua Española, a la que dedicó todos sus afanes, y que la muerte no le dejó ver impresa por su constante deseo de aumentarla y completarla cada día con nuevos datos, a cual más interesantes y amenos, antes de decidirse a darla a la imprenta.
El examen de este trabajo monumental bastaría para crear una reputación de escritor de primer orden a quien no tuviera, como Sbarbi, por derecho propio un lugar preeminente entre los cultivadores de las letras patrias. Para los que le conocieron y saben apreciar en lo que valen las obras que dejó publicadas, la aparición de la presente constituye un motivo de júbilo, porque en ella concentró con entusiasmo todo cuanto pudo hallar relacionado con el folklore nacional.
Antes de seguir tratando de las producciones literarias y artísticas del Sr. Sbarbi, indicaremos algunos de sus datos biográficos, para que se conserven aquí las notas más salientes relacionadas con su existencia.

Don José María Sbarbi nació en Cádiz el 10 de julio del año 1834, y desde niño demostró tal afición a los libros, que el tiempo que otros de su edad dedicaban a los juegos y diversiones propios de los pocos años, lo empleaba en estudiar y buscar por los puestos de libros usados obras que, apenas llegaba a su casa, leía con gran afán; siendo tan grande su aplicación, que los profesores del Colegio de San Agustín, donde hizo sus primeros estudios, no tardaron en observar sus excepcionales aptitudes, y muy pronto pasó de discípulo a ser maestro, figurando a los quince años de edad como encargado de explicar Francés y Música en el mismo centro en que aprendió las primeras letras, y de enseñar aquel idioma en el Colegio de San Felipe de su ciudad natal.
Al año siguiente, por no tener la edad reglamentaria, se presentó ad honorem a las oposiciones para proveer la cátedra de Lengua francesa vacante en el Consulado (Academia Mercantil), e hizo ejercicios tan brillantes, que se le adjudicó el primer lugar después de la terna. También se encargó dos años después de las cátedras de Francés y de Canto llano en el Seminario Conciliar gaditano, satisfaciéndose así una de sus aspiraciones favoritas, la del cultivo de la Música, a la que tuvo tan gran afición, que cuando sólo contaba doce años de edad tocó el órgano en público, revelándose como consumado artista.
En 1853 hizo oposición, también ad honorem, a la cátedra de Francés vacante en el Colegio Naval Militar (Isla de San Fernando), y el Tribunal calificador, al ver que la brillantez de sus ejercicios le hacía acreedor al primer lugar de la propuesta, le invitó a retirar la cláusula citada de ad honorem, para que pudiera ser elegido; pero su propósito de abrazar el estado eclesiástico, al que tenía gran vocación, le hizo renunciar el cargo que le ofrecían.
Ordenado en Badajoz el año 1857, tomó inmediatamente posesión de su prebenda en la Catedral de aquella ciudad, como organista primero maestro de capilla, plaza que ganó por oposición, haciendo brillantísimos ejercicios. En 1861 publicó un cuaderno de 26 páginas, titulado Prontuario de definiciones musicales, escrito con sencillez filosófica, para que los jóvenes estudiantes aprendieran fácilmente los principios fundamentales del Arte de conmover por medio de los sonidos.
Motivos de salud le obligaron el año 1863 a renunciar el beneficio que disfrutaba en Badajoz, y para buscar alivio a su dolencia se trasladó a Sevilla, donde se dedicó a la enseñanza particular y a la oratoria sagrada, siendo tanto el trabajo que una y otra le proporcionaban, que por falta material de tiempo abandonó en parte el cultivo de la Música; sin embargo, hizo tres oposiciones diferentes en la Metropolitana Hispalense, logrando ser siempre aprobados todos sus ejercicios con las mejores calificaciones.
En uno de los viajes que hizo a Madrid durante el tiempo que residió en Sevilla, publicó, el año 1867, un libro en 8.", titulado Teófilo o Pruebas de las pruebas del estado eclesiástico.
En su constante afán de hacer oposiciones, a fines de 1867 actuó como opositor a uno de los curatos pertenecientes a las Órdenes Militares, y sin aguardar a saber su resultado, al enterarse que estaba vacante una prebenda música de la Catedral de Toledo, la solicitó, y a principios de 1868 hizo los ejercicios consiguientes, logrando que se le adjudicase la plaza por unanimidad, sobre los otros tres que se la disputaban; pero la Revolución de septiembre trajo consigo que se atrasasen los pagos de cuanto dependía del Estado, y pasaron dos años sin que se percibieran las dotaciones de la Catedral Primada, y viendo el Sr. Sbarbi que no se cobraban, ni se sabía cuándo se cobrarían regularmente, se trasladó a la Corte en 1871 para proporcionarse medios de subsistencia, y poco después abandonó aquel destino por completo.
Desengañado de ciertos cargos públicos por el descalabro sufrido, se dedicó de nuevo con gran ahínco al cultivo de las Letras, escribiendo por aquel entonces su Monografía sobre los refranes, adagios y proverbios castellanos y las obras o fragmentos que expresamente tratan de ellos en nuestra lengua, obra que fue premiada por la Biblioteca Nacional en el Concurso público de 1871, y que, no obstante su gran importancia, por tratarse del primer libro de bibliografía paremiológica escrito en España, no se publicó hasta el año 1891 .

En 1872 imprimió en Madrid (Simón y Urosa) El libro de los refranes, colección alfabética de refranes castellanos, explicados con la mayor concisión y claridad, que contiene unos 1.800 adagios y refranes glosados que no figuran en las obras de este género publicadas hasta aquella fecha, y al año siguiente publicó, en casa de A. Gómez Fuentenebro, el Florilegio o ramillete alfabético de refranes y modismos comparativos y ponderativos de la lengua castellana y definidos razonadamente y en estilo ameno, que forma un volumen en 8.° de 501 páginas y una hoja de nota.
La nostalgia de las oposiciones le indujo a hacer las de la cátedra de Francés que estaba vacante en el Instituto de San Isidro, y, no obstante sus grandes conocimientos en esa materia y sus brillantes ejercicios, sólo obtuvo un voto para ser incluido en la terna propuesta: el voto del catedrático de Latín del Instituto del Cardenal Cisneros en aquella época; los demás vocales del Tribunal votaron al que de público se decía entre los opositores que se le adjudicaría la cátedra para satisfacer compromisos políticos; y Sbarbi, asqueado al ver aquello, no volvió a presentarse a más oposiciones.

Desde 1874 a 1878 publicó, en la imprenta de Gómez Fuentenebro, los diez tomos, en 8° mayor, de El refranero general español, parte recopilado y parte compuesto por Sbarbi, del que dice Melchor García Moreno en el interesantísimo Catálogo paremiológico, impreso en Madrid el año 1918, que es «obra de verdadero mérito, a la que consagró su autor gran parte de su vida y de la que sólo pudo terminar esta primera serie. Sbarbi escogió lo mejor de lo mejor con exquisito gusto y copiosa erudición, por lo que su Refranero constituye hasta el presente el más apreciado y útil de los repertorios paremiológicos. Supo su autor reunir, a la ciencia de interpretar el refrán, la gracia del escritor ameno».

En 1879 empezó a publicar una revista titulada El Averiguador Universal, que logró sostener durante cuatro años a fuerza de sacrificios, teniendo que abandonarla por falta de apoyo; tampoco correspondió el público a los esfuerzos que hizo en 1882 para la impresión del Álbum Teresiano, no obstante su esmerada composición y aparecer con música y profusión de grabados las diversas ediciones que editó de diferentes clases y tamaños. El mismo año 1882, deseando contribuir a que se depurara el habla castellana, creó una Asociación titulada Academia Nacional de Letras Populares, cuyo principal objeto era recoger, estudiar y publicar todos los elementos constitutivos del saber peculiar del pueblo; pero ante la apatía con que acogieron la idea los que más debieran favorecerla, se entibió el entusiasmo de los que le secundaban en este propósito, y no logró que la naciente Asociación tuviera larga vida.

La publicación de la duodécima edición del Diccionario de la Real Academia Española, en 1884, sugirió a Sbarbi la idea de su «novela histórica o historia novelesca» titulada Doña Lucía, en la que, con su peculiar sal ática, censuró y desmenuzó todo el trabajo de la docta Corporación, que jamás perdonó a Sbarbi la crítica acerada y fina que empleó en esta obra, leída con singular regocijo por cuantos saben cómo se confecciona el léxico nacional; y la prueba de que no olvidó el mal rato que la hizo pasar el «Padre de los refranes» con la publicación de Doña Lucía, es que, a pesar de haber sido presentada, en 1875, su candidatura a la vacante de una plaza de académico de número, por los Sres. Hartzenbusch, Olivan y Fernández-Guerra, transcurrieron treinta y cinco años, desde aquella fecha hasta el fallecimiento de Sbarbi, sin que la Academia Española le abriera sus puertas.

En 1897 publicó, en casa de la Viuda e Hija de Fuentenebro, el Ambigú literario, interesante colección de cuarenta y nueve trabajos, algunos inéditos y otros que ya habían visto la luz pública, precedidos de un sabroso prólogo y de una semblanza de Sbarbi, hábilmente trazada por D. Manuel García Osuna, de la que nos hemos valido en gran parte para redactar estas líneas.
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, reconociendo las excelentes condiciones artísticas de D. José María Sbarbi, le eligió académico de número el 4 de diciembre de 1899, tomando posesión del cargo el 21 de enero de 1900. Substituyó en la Academia al conde de Morphi, que había muerto en Badén-Argovia (Suiza) el 28 de agosto de 1899, y su discurso de ingreso versó sobre ¿Qué es Música?, contestándole en nombre de la Corporación el limo. Sr. D. Ildefonso Jimeno de Lerma. Desde entonces asistió Sbarbi a todas las sesiones de la Academia de San Fernando, y cuando el 2 de marzo de 1902 ingresó en ella D. Manuel Fernández Caballero y leyó su discurso acerca de Los cantos populares españoles considerados como elemento indispensable para la formación de nuestra nacionalidad musical, fue Sbarbi el encargado de contestarle, como lo hizo con su habitual galanura de dicción.

Incansable en su labor literaria, en 1903 publicó un volumen en 8° de 383 páginas, con el título de In illo tempore y otras frioleras. Bosquejo cervantino o pasatiempo quijotesco por todos cuatro costados, obra que le acarreó algunos disgustos y sinsabores, proporcionados por los que se creyeron aludidos en los capítulos más intencionados y sabrosos de este trabajo, en el que, entre otras cosas, hace un detenido estudio acerca del personaje real y verdadero que influyó en la mente de Cervantes para crear su inmortal obra, y reproduce Cervantes teólogo , con varias cartas de controversia acerca de este particular.
Además tradujo del francés las Meditaciones religiosas, por D'Exauvillez, El año eucarístico y cuatro devocionarios religiosos publicados en Alemania por la casa Riffarth. Entre las obras que Sbarbi dejó manuscritas figuran en primer término los materiales para el presente Diccionario de Refranes, Adagios, Proverbios, Modismos, Locuciones y Frases proverbiales de la Lengua Española, la más grande de todas sus producciones literarias; el Ensayo bibliográfico acerca de las obras de consulta para el estudio de la lengua castellana; un Diccionario de andalucismos; un Texto del «Quijote» reducido a su prístina pureza, con notas filológicas; una Gramática de la lengua española; un Diccionario de la Música; la Filosofía de la Música; La fábula y los fabulistas españoles; un Tratado de castellano; Estudios técnicos críticos acerca de los cantos populares de algunas provincias españolas; un Tratado de Retórica y Poética, y algunas más, producto de una labor no interrumpida durante muchos años y de una experiencia y observación a toda prueba.
Aunque parece increíble, aún tuvo tiempo para redactar innumerables definiciones, en particular las referentes al arte músico, que se hallan incluidas en el gran Diccionario enciclopédico hispanoamericano, editado por la Casa Montaner, de Barcelona, y para colaborar, entre otras revistas y publicaciones literarias, científicas y artísticas, en La Ilustración Española y Americana, la Revista Contemporánea, La Ilustración Artística, La España Moderna, La Correspondencia Musical y los diarios El Imparcial, El Siglo Futuro y otros.

Tal es, ligeramente enumerado, el caudal literario y artístico que Sbarbi legó a la posteridad, el cual, después de una larga vida dedicada al estudio sin descanso, entregó su alma a Dios el día 24 de abril de 1910, en Madrid, en la calle de Moratín (antes de San Juan), en el piso tercero de la casa número 46, donde había residido muchos años, siendo sepultado en el cementerio de la Sacramental de San Lorenzo.
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Re: Sbarbi y Osuna, J. M. - El libro de los refranes

Notapor ELHENNA » 20 Jul 2019, 14:50

Gracias, una buena información. :leyendorrr
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