Matan a diestro y siniestro,
matan de noche y de día,
matan al Ave María.
Matarán al Padre Nuestro.¡Ah! Esos verdugos y alguna "verduga" que otra… manos ejecutoras de las más duras sentencias. Desempolvar los garrotes, que han definido durante siglos el mudus operandi español, y mostrarlos a los políticos no sería tarea baladí si en nuestro ánimo está el restaurar la máxima pena. Y es que no había cosa tan entretenida y fascinante como el protocolo previo a la ejecución de alguien. Después, la muerte del penado, llevaba al éxtasis al entregado público que poco a poco iba abandonando el lugar de la atracción para ir a casa a dormir el sueño de los justos. ¿A quién se le ocurriría la idea de hacer de estas atracciones eventos privados? Al respetable le gusta ver la ejecución y NO que le digan que se ha llevado a cabo en algún patio de alguna prisión.
Antes sí que era todo un espectáculo como bien relataba el maravilloso Góngora:
Bien dispuesta madera en nueva traza,
que un cadahalso forma levantado,
admiración del pueblo desgranado
por el humilde suelo de la plaza;
cincuenta mujercillas de la raza
del que halló en el mar enjuto vado,
y la jurisprudencia de un letrado,
cuyo ejemplo confunde y amenaza;
dos torpes, seis blasfemos, la corona
de un fraile mal abierta y peor casada,
y otras dos veces que el no menos ciego,
cinco en estatua, sólo uno en persona,
encomendados justamente al fuego,
fueron al auto de la fe en Granada.Cuando se empezó a tener miramientos con los condenados y reconocerles la "privacidad" de su muerte la cosa empezó a perder interés. Galdós nos cuenta:
Lo más cruel y repugnante que existe después de la pena de muerte es el ceremonial que la precede y la lúgubre antesala del cadalso con sus cuarenta y ocho mortales horas de capilla. Casi más horrenda que la horca misma es aquella larga espera y agonía entre la vida y la muerte, durante la cual exponen a la víctima a la compasión pública, como a la pública curiosidad los animales raros. La ley, que hasta entonces se ha mostrado severa, muéstrase ahora ferozmente burlona, permitiendo al reo la compañía de parientes y amigos, y dándole de comer a qué quieres boca. Algún condenado de clase humilde prueba en esos días platos y delicadas confituras cuyo sabor desconocía. Señores, sacerdotes y altos personajes le dan la mano, le dirigen vulgares palabritas de consuelo, y todos se empeñan en hacerle creer que es el hombre más feliz de la creación, que no debe envidiar a los que incurren en la tontería de seguir viviendo, y que estar en capilla con el implacable verdugo a la puerta es una delicia.De ahí hasta la abolición de la pena de muerte sólo hay un pequeño paso, porque si por el pueblo fuera, mientras hay espectáculo, jamás se deja de matar.
Qué Mundo.
Y con una queja, por lo mal que estaba pagado el oficio, de parte de Bernardo Sánchez (1905-1972), verdugo de la Audiencia de Sevilla:
La profesión es la más difícil, la más grave de todas, y sobre todo en España, y la peor pagada de todas. ¡Mi divina España!, como dijo nuestro primer rey Jesucristo en el madero, ¡nuestra divina España!, la última de la escala, los más mal mirados, y los más mal remunerados.¡Oh! Qué Cultura.
___________________________________________________________________________Os recomiendo el documental de Basilio Martín Patino " Queridísimos verdugos" donde se entrevista a los verdugos que todavía ejercían en la España de principios de los 70.
He aquí un resumen: