Página 1 de 1

Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 1 - Por amor a Imabelle

NotaPublicado: 19 Nov 2016, 12:03
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson - 1
Título: Por amor a Imabelle
Autor: Himes, Chester B.
UUID: e1c22519-4199-4cbc-be41-6260f60d2ea3
Primera edición: 1957
Título original: For Love Of Imabelle
Colección: Básica de bolsillo Akal, 191
Tamaño: 33549Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
Jackson era un pringadillo: modesto empleado de pompas fúnebres, su único activo en la vida era su compañera, la bella, exuberante, sensual Imabelle.
Por ella se metió en un extraño asunto de falsificación de moneda en el que perdió todo: el prestigio ante su patrón, por robarle; el respeto de su casera; todos sus ahorros. Y, lo peor, a Imabelle.
Pero Jackson, sin duda un pringado, también era, sobre todo, un enamorado. En ningún momento dudó de que Imabelle hubiera sido víctima de un secuestro, y en su busca se zambulló en el universo de pícaros, estafadores y asesinos de Harlem. Por fuerza allí se iba a encontrar con Sepulturero Jones Y Ataúd Johnson, la pareja de detectives más impopular del barrio, tanto por su rigor como por lo poco convencional de sus métodos...



SAGA Sepulturero Jones y Ataúd Johnson
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.
Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.

Re: Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 1 - Por amor a Imabelle

NotaPublicado: 19 Nov 2016, 13:05
por JuanDeLezo
Hank contó el fajo de dinero. Había la tira..., ciento cincuenta billetes de diez dólares, nuevos de trinca. Sus ojos amarillos escrutaron fríamente a Jackson.
—Conque me das quince papiros... ¿Vale?
Le gustaba hacer bien las cosas. Estaban allí estrictamente de negocios.
Era un tipo bajito y atildado de tez sucia y morena, pelo escaso y aplastado. Parecía muy metido en los negocios.
—Vale —dijo Jackson—, mil quinientos del ala.
Jackson también estaba allí estrictamente de negocios.
Jackson era un negro gordito y rechoncho, de encías violetas y dientes blancos como perlas hechos para reír, pero Jackson no reía. Aquello era demasiado serio para que Jackson se riera. Jackson sólo tenía veintiocho años pero la gravedad del negocio parecía cargarle con diez más.
—Y tú, en cambio, quieres que te suministre ciento cincuenta papiros... ¿Vale, tío? —insistió Hank.
—Vale —suspiró Jackson—. Quince mil del ala.
Intentaba mostrarse alegre pero estaba asustado. Le corría el sudor por sus cabellos cortos y ensortijados. Su rostro negro y redondo relucía como una bola de billar.
—Y me aforas el diez por ciento de comisión, quince papiros... ¿Vale?
—Vale. Te pago mil quinientos del ala por la faena.
—Y al menda le aforas el cinco por ciento por el servicio —dijo Jodie—. O séase setecientos cincuenta. ¿Ya?
Jodie tenía pinta de obrero, de mediana estatura, tez terrosa, piel curtida, mucho músculo, vestido con chaqueta de cuero y pantalón del ejército. Le crecía una pelambre larga y tupida, alisada y cobriza por arriba pero negra y greñuda en la raíz. Desde Nochevieja que no le echaba un corte y estaban ya a mediados de febrero. Un simple vistazo bastaba para advertir que el chorbo ese no era más que un basto.
—Ya —suspiró Jackson—. Te quedas con setecientos cincuenta de comisión.
Pues era Jodie el que se las había apañado para que Hank le fabricara tanta tela.
—Y yo me quedo con el resto —dijo Imabelle.
Los demás se echaron a reír.
Imabelle era la mujer de Jackson. Era un guayabo de labios carnosos, cuerpo ardiente y piel canela, con unos ojazos picaros y un meneo de cintura generoso que le delataban el natural caliente. Jackson andaba más chalao por ella que un alce empalmao.
Se hallaban todos en torno a la mesa de la cocina. Por la ventana se veía la Calle 142. La nieve caía sobre los helados montones de basura que se extendían como centinelas a lo largo de las aceras hasta perderse de vista.
Jackson e Imabelle vivían en un cuartucho al final del pasillo. La patrona se había marchado a su trabajo y tampoco estaban los otros realquilados. Tenían todo el piso para ellos.
De modo que Hank se disponía a transformar los ciento cincuenta billetes de diez dólares que le había dado Jackson en ciento cincuenta billetes de cien dólares.