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Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 3 - El extraño asesinato

NotaPublicado: 20 Nov 2016, 00:01
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson - 3
Título: El extraño asesinato
Autor: Himes, Chester B.
UUID: e0235022-4f7b-45ca-b16a-6d0b83792748
Primera edición: 1959
Título original: The cracy kill
Colección: Básica de bolsillo Akal, 194
Tamaño: 30304Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
El encargado de una tienda de alimentación A y P es víctima de un robo enfrente de un apartamento donde se está celebrando un velatorio. El reverendo Short, un pastor evangélico adicto al brandy con opio, lo observa todo desde la ventana de uno de los dormitorios. Se inclina demasiado y cae al vacío: una cesta de pan que se encuentra delante de la panadería que hay debajo lo salva de la muerte. Cuando regresa al apartamento, asegura tener una visión de un hombre muerto. Fuera, en la misma cesta en la que aterrizó Short, yace el cuerpo de Valentine Haines.
¿Quién asesinó a Val? Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson son los encargados de averiguarlo.



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Re: Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 3 - El extraño asesinato

NotaPublicado: 20 Nov 2016, 00:02
por JuanDeLezo
«El pobre pecador se estremece...», cantaba Deep South a pleno pulmón. El cuerpo del reverendo Short se agitaba de forma compulsiva, como si le estuviera dando un ataque. Todos le miraban fijamente con curiosidad.
«... se estremece, compadre», coreó Susie Q.
—Mamie Pullen, si no haces que esos demonios dejen de tocar ese viejo espiritual, Steal away; juro por Dios que no oficiaré el funeral de Big Joe —amenazó el reverendo Short con una voz enronquecida por la cólera.
—Sólo están intentando demostrar su gratitud —dijo Mamie a voces para hacerse oír—. Big Joe fue el que les puso en el camino a la fama cuando no eran más que unas nuevas promesas que se ganaban el pan en el garito de Eddy Price, y ahora sólo están tratando de mandarlo al cielo.
—Esa no es manera de mandar a un difunto al cielo —censuró el reverendo con una voz ronca que empezaba a extinguirse por haber estado todo el rato gritando—. Hacen tanto ruido que podrían despertar a los muertos que ya están allí.
—De acuerdo, haré que paren —se rindió Mamie, y acercándose a Deep South, puso su arrugada mano negra en el hombro chorreante de sudor del músico—: Lo habéis hecho muy bien, muchachos, pero ahora podéis descansar un rato.
La música cesó de manera tan brusca que sorprendió a Dulcy susurrando con enfado: «Tía Mamie, ¿por qué permites que ese predicador de tres al cuarto te diga lo que tienes que hacer?», en mitad de un repentino silencio.
El reverendo Short le dirigió una mirada que destelló con malevolencia.
—Sería mejor que sacudieras el polvo de tus faldas antes de criticarme, hermana Perry —soltó con voz ronca.
El silencio se volvió opresivo.
Baby Sis eligió ese momento para decir bien alto con voz de borracha:
—Lo que quiero sabé, reverendo Short, es: ¿cómo demonios hizo p’acabar al otro lao de esa puerta?
La tensión se rompió. Todos rieron a carcajadas.
—Alguien me tiró por la ventana del dormitorio —declaró el reverendo con una voz que rezumaba maldad.
Baby Sis se dobló hacia delante, empezó a desternillarse, vio de reojo la cara del reverendo Short y se quedó a mitad de la primera carcajada.