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Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 6 - ¡Corre, hombre, corre!

NotaPublicado: 21 Nov 2016, 11:20
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson - 6
Título: ¡Corre, hombre, corre!
Autor: Himes, Chester B.
UUID: e6a364e5-4dd7-4edc-b8d4-ec15faeae1bf
Año de publicación: 2012
Primera edición: 1960
Título original: Run man, run
Colección: Básica de bolsillo Akal
Tamaño: 37616Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
Walker, un amargado policía de Nueva York, se transforma cuando bebe en un violento salvaje. Un gélido día de invierno, al entrar con paso ebrio en una cafetería, mata a dos empleados negros sólo 'porque estaban allí', y persigue a un tercer testigo de los asesinatos en una de las cacerías con mayor suspense jamás escritas. Ambientada en Harlem, esta novela es probablemente la más dramática y emocionante que escribió Chester Himes.
La historia comienza más allá de H, más allá del Harlem, más allá del férreo, aunque convencional, límite del ghetto, donde la supremacía blanca no se halla normalmente en cuestión. La voluntad y el capricho del blanco con la ley, y si es en Harlem, es el fundamento del enfrentamiento y de la violencia. Más allá de su asignado entorno, el hombre negro parece no tener más remedio que aceptar, con triste resignación y una indiscriminada aceptación, la arbitrariedad que se ejerce contra él. Lo contrario, aun cuando se exprese de la forma más humilde y temerosa que sea imaginable, puede significar de inmediato la muerte.



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Re: Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 6 - ¡Corre, hombre, corre!

NotaPublicado: 21 Nov 2016, 11:21
por JuanDeLezo
Estaba solo. El otro mozo, Jimmy, que le ayudaba a sacar la basura, estaba en el sótano apilando los cubos en el montacargas. Y el tercer mozo, Sam el Gordo, estaría en la despensa, rebuscando en el frigorífico para conseguir un poco de pollo que freír para el desayuno. Desde allí, con el teléfono desconectado, no podría oír ninguna llamada de auxilio. Y no estaba seguro de que la oyera Jimmy desde el sótano. Y el blanco cabrón que ya estaba haciendo ademán de empuñar una pistola, como un sheriff de Alabama. Para cuando acudiera alguien en su ayuda podía estar ya bien frito.
Se enroscó en la muñeca el grueso cable de alambre conectado a la metálica caja de interruptores a modo de arma con que defenderse. «Si el cabrón me apunta con una pistola le voy a hacer papilla la cabeza», pensó.
Pero sus pensamientos cambiaron al instante. «Es la tercera vez que un blanco cabrón me saca una pistola en este sitio —se dijo en aquella segunda ráfaga mental—. Voy a dejar este empleo, si es que nada ocurre ahora, y me voy a poner a buscar otro en que haya mucha gente; tan cierto como que me llamo Luke Williams.»
Porque aquel blanco parecía peligroso. No era como esos otros blancos borrachos que se contentan con una camorra tibia. Aquel blanco tenía pinta de canalla. Era de los que dispararían sobre un negro sólo por diversión. El sombrero de ala caída echado inestablemente hacia atrás y el pelo rubio caído a mechones sobre la frente. Incluso a cierta distancia pudo ver Luke que tenía el rostro encendido y que en sus ojos brillaba una mirada perdida de maníaco.