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Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 8 - Empieza el calor

NotaPublicado: 24 Nov 2016, 08:22
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson - 8
Título: Empieza el calor
Autor: Himes, Chester B.
UUID: e4fa20f4-40f0-4bf0-b88e-5d251b50446f
Primera edición: 1962
Título original: Hot Day, Hot Night
Colección: Serie negra
Tamaño: 32826Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
Los detectives 'Coffin' Ed Johnson y 'Grave Digger' Jones tienen que atrapar a dos delincuentes que han huido. Como se trata de dos fugitivos de aspecto llamativo, uno es un gigantón albino y el otro un traficante enano, parece que a priori la misión no reviste grandes dificultades para dos curtidos policías como Johnson y Jones, que conocen las calles de Harlem perfectamente. Sin embargo, en aquel lugar las cosas nunca son tan sencillas como aparentan. En medio de un calor sofocante, el caos está a punto de desatarse, porque en alguna parte del barrio hay un cargamento muy valioso del que todos quieren sacar provecho, aunque sea a costa de perder su vida.
El Harlem que conocemos a través de las páginas de Chester Himes es violento y peligroso, pero también fascinante e hipnótico. La delirante galería de personajes con los que tienen que codearse los detectives 'Coffin' Ed Johnson y 'Grave Digger' Jones en Empieza el calor hacen del barrio neoyorkino un universo único, casi irreal, por el que es inevitable sentirse seducido.


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Re: Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 8 - Empieza el calor

NotaPublicado: 24 Nov 2016, 08:26
por JuanDeLezo
La gente del Valle vagaba por las aceras, paseaba en coches desvencijados y se sentaba en las ventanas y en las escaleras de incendio, casi sin ropas a causa del calor.
Es que hacía demasiado calor para dormir, la gente era demasiado ruin para amar y había demasiado ruido para relajarse y soñar con piscinas y con las sombras de cerezos de la China. La noche sufría el estrépito de innumerables aparatos de radio, los maullidos frenéticos de los gatos callejeros, las risotadas histéricas, los insultos estridentes, las discusiones a voz en cuello y los gritos que provocaba algún duelo de cuchillos.
Como los bares ya habían cerrado, la gente bebía de sus propias botellas. Era lo único que se podía hacer: beber whisky fuerte y barato, y aumentar el propio calor. Y, después, robar y pelear.
A Grave Digger y Coffin los había retenido una ola de delincuencia menor.
Habían entrado a robar en un supermercado. Se habían hecho con veinte quilos de carne de ternera, ocho quilos de salchichas ahumadas, ocho quilos de hígado de pollo, doce quilos de margarina, trece quilos de mantequilla de cerdo y un receptor de televisión.
Un borracho había allanado una funeraria y se había negado a dejarla hasta que le ofrecieran un «servicio de primera clase».
Un hombre había apuñalado a una mujer alegando que «no le hacía caso».
Una mujer había apuñalado a un hombre que le había pisado el dedo pequeño del pie izquierdo, que tenía un callo.