Página 1 de 1

Fraser, George MacDonald - Harry Flashman 10 - Flashman y el Ángel del señor

NotaPublicado: 04 Dic 2016, 08:36
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Harry Flashman - 10
Título: Flashman y el Ángel del señor
Autor: Fraser, George MacDonald
UUID: e6519c1f-4eb3-4bb9-b55c-26ac8231fc00
Primera edición: 1994
Título original: Flashman and the Angel of the Lord
Colección: Las aventuras de Harry Flashman, 10
Tamaño: 87942Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
Si el canalla Harry Flashman no hubiera hecho caso a las zalamerías de cierta mujerona, la historia de Estados Unidos hubiera podido tomar otro rumbo y nada sería como hoy lo conocemos. Pero en tal caso no tendríamos oportunidad de leer una de las más divertidas y emocionantes aventuras jamás escritas. Afortunadamente, Flashman es incapaz de resistirse a la más mínima tentación, sobre todo cuando se trata de mujeres de reputación dudosa, y acabó por aparecer en el momento más inoportuno en el lugar más inapropiado: en Harper's Ferry (Virginia) en septiembre de 1859, justo cuando John Brown y sus fanáticos secuaces estaban a punto de dar el disparo de salida a la Guerra Civil norteamericana.



Debe registrarse para ver este enlace. Gracias por su visita.

Re: Fraser, George MacDonald - Harry Flashman 10 - Flashman y el Ángel del señor

NotaPublicado: 04 Dic 2016, 08:38
por JuanDeLezo
De todos los papeles desempeñados por sir Harry Flashman, Cruz Victoria, en el curso de su distinguida y deplorable carrera, el de paladín puede parecer el menos probable. Los nueve volúmenes de sus memorias que han sido ya presentados al público desde su descubrimiento en una sala de ventas de los Midlands en 1966, constituyen un escandaloso catálogo en el cual pocos indicios podemos hallar de sentimientos decentes, y no digamos ya de altruismo. A partir del día de su expulsión de la escuela Rugby, a finales de la década de 1830 (memorablemente descrita en Los días escolares de Tom Brown), Flashman, en la edad adulta, hizo realidad la triste promesa del Flashman niño. El sinvergüenza adulador y bravucón maduró y se convirtió en un cobarde, bribón y libertino que, debido al azar y a un desvergonzado oportunismo, fue considerado uno de los héroes más renombrados de la época victoriana, involuntario líder de la Brigada Ligera, superviviente de Afganistán y Little Big Horn, de donde huyó, deslustrado paladín de Crimea y del Motín de la India y servil cronista de muchos otros conflictos, desastres e intrigas en los cuales desempeñó siempre un papel poco glorioso, aunque casi siempre rentable para él.
Así que sólo podemos sentir incredulidad al encontrarle, en este décimo volumen de sus memorias, no sólo implicado sino tomando un papel relevante en una empresa que, aunque desesperada y mal conducida, todavía brilla con el lustre del heroico sacrificio y ocupa un lugar de honor en el panteón de la libertad. La incursión de John Brown en Harper’s Ferry, aunque tuviera un objetivo elevado y valioso, fue una espantosa locura que acabó en un sangriento e inevitable desastre, y contribuyó a desencadenar la más catastrófica de las guerras civiles. Sin embargo, el camino del infierno nunca se vio pavimentado de más nobles intenciones. Inútil es decir que estas intenciones no eran en absoluto las de Flashman. Él llegó a Harper’s Ferry con la mayor de las reluctancias, debido a la maldad de algunos viejos enemigos y a los errores de algunos viejos amigos, y se comportó con su perfidia habitual en todos los aspectos, excepto uno: su visión de los acontecimientos y de la gente fue más clara y escrupulosa que nunca, y es posible que su narración arroje una nueva e inesperada luz sobre un momento crítico de la historia norteamericana, y sobre algunas de las figuras más importantes de los años anteriores a la guerra... entre ellas la del «Presidente que nunca fue», la de un detective y agente secreto legendario, y la del extraño, terrible y simple visionario conocido en el mundo entero por un nombre y una canción, decidido a acabar con la esclavitud con veinte hombres y cuarenta balas por cabeza.
Esta es una historia sorprendente, aun para Flashman, pero mi confianza en la honestidad que él ponía en su escritura (si bien en nada más) parece verse justificada por la exactitud con la cual su relato se ajusta a los hechos conocidos. Al igual que en anteriores paquetes de las memorias de Flashman, he respetado los deseos de su custodio, el señor Paget Morrison, y me he limitado a corregir la ortografía del autor y a incluir unas notas al pie y algunos apéndices.

G. M. F.