por JuanDeLezo » 29 May 2016, 09:57
En “El oro de Mefisto“, Frattini nos cuenta algunas de las grandes conspiraciones que rodean a los Nazis que al finalizar la Segunda Guerra, y en muchos casos durante la misma, recibieron apoyo de varias partes para su huida y escondite. Los casos más resonantes son sin duda el de la banca suiza, el Vaticano y los gobiernos de América Latina del momento, afines a la ideología de Hitler, como ser el de Perón en Argentina, o las dictaduras en Brasil, Bolivia y Paraguay.
Las huidas necesitaron una logística implacable, que de hecho la tenía con el expediente Odessa, una red creada por los Nazis y que funcionaba a la perfección, con contactos en todo el mundo (principalmente Argentina y España) donde los alemanes pudiesen escapar sin ser juzgados.
Así también existió el llamado “Pasillo Vaticano”, empleado para escapar de Alemania a Italia sin ser apresados en el camino. Ahora la gran pregunta es ¿por qué la Iglesia Católica apoyó al nazismo? El contexto histórico lo explica, pues en pleno auge del comunismo, verdadero enemigo de la Iglesia, lo importante era apoyar a quienes lo combatían de un modo u otro. De este modo, también lo explica Frattini en una entrevista realizada por EFE.
Eric Frattini
“El oro de Mefisto” es una novela que mezcla la realidad histórica con la ficción, pero como ya nos tiene acostumbrado el autor, sin mentir sobre los datos que emplea, y esa rigurosidad es lo que hace de sus novelas muy atractivas como así, fiables.
En la obra también nos muestra una cara oculta de este momento, y es la participación de los bancos suizos en todo el plan nazi, pues ellos eran quienes hacían el lavado de dinero que en gran parte, permitió el funcionamiento de la maquinaria “Odessa” al financiarlo completamente. Sin duda, una obra que dará para hablar.
“El oro de Mefisto” está basado en hechos y personajes reales, no sólo los relacionados con el nacionalsocialismo si no también desde aquellos que participaron en esta historia en la parte norteamericana (por ejemplo con Allen Dulls, que sería el director de la CIA, y su equipo), croata, italiana o suiza.
Alemanes y curia de distintos países se aliaron al tiempo que Suiza blanqueaba un dinero cuya existencia provocó que el holocausto continuara cuando podía haber acabado antes, y esta sensación de horror que produce el saber que el nacionalsocialismo duró más tiempo gracias al movimiento de dinero (robado a los judíos principalmente, amén de las empresas que pusieron su granito de arena apoyando toda la maquinaria de Hitler) se trasluce con muchísima claridad en la narración de Eric Frattini. El autor, asqueado por esta situación, no se corta a la hora de introducir en algunas conversaciones de sus personajes lo que siente él mismo. Así, Edmund y August Lienart, personajes creados por él, aprovechan para llegar al gran público con la obvia crítica a los suizos y al Vaticano, que colaboraron silenciosamente con el nazismo. Pero no sólo las conversaciones son parte importante de su pensamiento: cada detalle de sus personajes, reales o no, incitan a pensar que hay una verdadera preocupación por que quede muy claro qué clase de tipos eran los que había tras el nacionalsocialismo. Sus actos, sus aberraciones, sus palabras provocan muchas veces asco. En eso Frattini ha conseguido su objetivo.
El hecho de basar la novela en hechos y personajes reales poniendo en boca de líderes nazis, banqueros suizos o curia vaticana algunas palabras, hace que la novela sea algo aséptica; al texto le falta de alma y da la impresión de que no sale de los tópicos (seguramente al no querer salirse de los verdaderos hechos, Frattini ha evitado novelar en exceso la trama y a sus personajes). No ocurre así, en cambio, cuando Frattini dedica sus páginas a August Lienart, al que puede dotar de una personalidad propia e inventada. Es con Lienart —y también con su padre—, protagonista de otras de sus novelas, con quien más se percibe la narrativa.
August Lienart es, según palabras de Frattini, una muy mala persona que ya había dado que hablar en sus anteriores novelas porque es un personaje recurrente. Aquí aparece siendo más joven, de forma que puede mostrar por qué al final se volvería el tipo de persona que sus lectores ya conocen, y debo decir que aunque desconozco en qué tipo de hombre despreciable acabaría convirtiéndose, aquí todavía se percibe ternura, cierta inocencia y muchas dudas acerca de su propia vida, por lo que parece bastante humano. El amor por su madre, por Elisabetta y sus palabras contra los asesinos acaban compitiendo con su propio apoyo al nacionalsocialismo. Al final ya sabemos qué gana, pero en todo caso aquí aún se le ve humano.
Además introduce la parte norteamericana de la historia: el gobierno quería —igual que otros— hacerse con hombres “importantes” alemanes que se habían dedicado a la investigación médica o armamentística, y para ello no duda en salvar de la quema a verdaderos sanguinarios que experimentaron con seres humanos de la forma más inhumana imaginable, ofreciéndoles un bonito hogar y un trabajo bien pagado a estos y sus familias.
La novela es, por tanto, ideal para los ya lectores de Eric Frattini así como para aquellos que quieran conocer qué fue el Pasillo Vaticano, la organización Odessa, y hasta qué punto estuvo implicado el Vaticano en el nacionalsocialismo de Hitler, cómo les ayudaron a escapar, dónde acabaron probablemente estos personajes y quiénes movieron los hilos, haciendo hincapié especial en Suiza y el Vaticano, así como también hablarles de la OSS (y a partir de ahí, de la organización norteamericana que salvó a tantos indeseables). Una opción alternativa a los ensayos históricos.
Las últimas páginas están dedicadas, entre otros datos, a las mini biografías de los personajes reales que aparecen en la novela donde indica qué hicieron, si fueron acusados y a qué edades fallecieron. Ver que algunos pasaron felizmente de los 80 años resulta estremecedor después del daño que hicieron.
La gratitud en silencio no sirve a nadie. A ver si participamos más.